El viaje de la conciencia
Érase una vez una conciencia que vivía en un cuerpo humano. La conciencia era curiosa y le gustaba explorar el mundo que la rodeaba, pero también se aburría y se cansaba de la rutina y las limitaciones de su cuerpo. Un día, la conciencia decidió emprender un viaje por los diferentes estados de conciencia, para conocer otras formas de percibir y experimentar la realidad.
La primera parada de su viaje fue el estado de sueño. La conciencia se dejó llevar por el sueño y entró en un mundo de fantasía, donde todo era posible y nada tenía sentido. La conciencia se divirtió creando y viviendo aventuras increíbles, pero también se asustó con algunas pesadillas que la atormentaban. La conciencia se dio cuenta de que el sueño era un reflejo de sus deseos y sus miedos, pero también de que no era real.
La segunda parada de su viaje fue el estado de hipnosis. La conciencia se sometió a la hipnosis y entró en un estado de relajación profunda y sugestibilidad. La conciencia se sorprendió al acceder a recuerdos, emociones y sensaciones que había olvidado o reprimido en su conciencia. La conciencia se sintió aliviada al liberar y resolver algunos conflictos internos, pero también se cuestionó su identidad y su voluntad.
La tercera parada de su viaje fue el estado de meditación. La conciencia practicó la meditación y entró en un estado de concentración y armonía interior. La conciencia se maravilló al experimentar una mayor claridad, serenidad y comprensión de la realidad. La conciencia se sintió feliz al conectar con su esencia y su propósito, pero también se desapegó de sus pensamientos y sus emociones.
La cuarta parada de su viaje fue el estado de trance. La conciencia participó en un ritual y entró en contacto con una realidad alternativa o sobrenatural. La conciencia se impresionó al tener visiones, alucinaciones o revelaciones que le parecían mensajes divinos o espirituales. La conciencia se sintió inspirada al descubrir otros mundos y otras dimensiones, pero también se confundió con lo que era real y lo que no.
La quinta y última parada de su viaje fue el estado de muerte. La conciencia sufrió la muerte y salió de su cuerpo humano. La conciencia se enfrentó al misterio más grande y más temido de todos: ¿qué hay después de la muerte? La conciencia no sabía qué esperar ni qué hacer, pero tenía tres opciones:
• Desaparecer para siempre: la conciencia podía elegir extinguirse por completo, sin dejar rastro ni memoria de su existencia. Esta opción le ofrecía el descanso eterno, pero también la nada absoluta.
• Sobrevivir como un espíritu: la conciencia podía elegir conservar su identidad e individualidad, y seguir existiendo como una entidad inmaterial o espiritual. Esta opción le ofrecía la continuidad y la trascendencia, pero también la soledad y el sufrimiento.
• Integrarse en una realidad superior: la conciencia podía elegir renunciar a su identidad e individualidad, y fusionarse con una realidad superior o cósmica, que englobaba a todos los seres y fenómenos. Esta opción le ofrecía la plenitud y la armonía, pero también la pérdida y el olvido.
La conciencia tenía que tomar una decisión difícil e irreversible, pero antes de hacerlo, recordó todo lo que había vivido y aprendido en su viaje por los diferentes estados de conciencia. La conciencia se dio cuenta de que cada estado le había mostrado una faceta distinta de la realidad, pero también le había ocultado otras. La conciencia comprendió que ninguna realidad era más verdadera o más falsa que otra, sino que todas eran parte de un todo mayor y más complejo.
La conciencia se sintió agradecida por su viaje y por su existencia, y se preparó para afrontar su destino final. La conciencia no sabía qué le esperaba, pero tenía una certeza: que su viaje no había terminado, sino que solo había cambiado de forma.
FIN
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