¿Eres genéticamente joven?
¿Te has preguntado alguna vez por qué algunas personas parecen más jóvenes de lo que son y otras más viejas? ¿Por qué hay personas que a los 50 años tienen el aspecto y la energía de alguien de 30 y otras que a los 30 ya tienen arrugas y canas? ¿Qué determina la velocidad a la que envejecemos? ¿Es sólo cuestión de suerte o hay algo que podamos hacer para frenar el reloj biológico?
El envejecimiento es un proceso complejo y multifactorial que depende de la interacción entre la genética y el ambiente. La genética influye en la forma en que nuestro organismo se adapta al paso del tiempo y responde al estrés, la alimentación, el ejercicio, las enfermedades y otros factores externos. El ambiente modifica la expresión de nuestros genes y puede acelerar o retrasar el deterioro de nuestras células, tejidos y órganos.
La edad cronológica es el número de años que hemos vivido desde que nacimos. La edad biológica es el estado de salud y funcionamiento de nuestro organismo. No siempre coinciden. Hay personas que tienen una edad biológica menor que su edad cronológica y otras que tienen una edad biológica mayor. La diferencia entre ambas se llama edad diferencial y puede ser un indicador de nuestra longevidad y calidad de vida.
¿Cómo podemos saber si genéticamente envejecemos menos rápido? Existen varias formas de medir la edad biológica, pero ninguna es perfecta ni definitiva. Algunas se basan en marcadores moleculares, como la longitud de los telómeros, las estructuras que protegen los extremos de los cromosomas y que se acortan con cada división celular. Otras se basan en marcadores fisiológicos, como la presión arterial, el colesterol, la glucosa, la masa muscular, la densidad ósea o la capacidad cognitiva. Otras se basan en marcadores fenotípicos, como las arrugas, las manchas, el pelo o la postura.
Estas medidas pueden variar según el momento, el método y el órgano que se analice. Por eso, lo más recomendable es hacer una evaluación integral y periódica de nuestra edad biológica con la ayuda de un profesional sanitario. Así podremos conocer nuestro riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el envejecimiento y tomar medidas para prevenirlas o retrasarlas.
Pero no todo depende de nuestros genes. También podemos influir en nuestra edad biológica con nuestro estilo de vida. Algunas claves para envejecer menos rápido son:
• Llevar una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva. Evitar el exceso de azúcar, sal, grasas saturadas y procesadas, alcohol y tabaco.
• Hacer ejercicio físico moderado y regular, adaptado a nuestra edad y condición física. El ejercicio mejora la circulación sanguínea, fortalece los músculos y los huesos, previene la obesidad y el sobrepeso, reduce el estrés y libera endorfinas.
• Mantener una buena higiene del sueño, durmiendo entre 7 y 8 horas diarias. El sueño es fundamental para reparar el daño celular, regular el metabolismo, consolidar la memoria y equilibrar las emociones.
• Cuidar nuestra salud mental y emocional, evitando el aislamiento social, fomentando las relaciones positivas, practicando actividades que nos gusten y nos motiven, aprendiendo cosas nuevas y buscando ayuda profesional si lo necesitamos.
• Proteger nuestra piel del sol y de otros agentes externos que puedan dañarla. La piel es el órgano más grande del cuerpo y refleja nuestro estado de salud y de ánimo. Usar cremas hidratantes, antioxidantes y con factor de protección solar adecuado a nuestro tipo de piel.
• Sonreír y ser optimista. La actitud ante la vida influye en nuestra percepción del tiempo y en nuestra autoestima. Sonreír libera sustancias químicas que nos hacen sentir bien, reduce el estrés y mejora nuestro sistema inmunológico. Ser optimista nos ayuda a afrontar los problemas con más recursos y a ver el lado positivo de las cosas.
En resumen, el envejecimiento es inevitable, pero podemos hacer mucho para que sea saludable y feliz. No se trata de vivir más años, sino de vivir mejor. No se trata de parecer más joven, sino de sentirse bien con uno mismo. No se trata de luchar contra el tiempo, sino de disfrutarlo.
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